9.La
red del Caimán.
Nada escapaba a la inmóvil mirada del Caimán y su poderosa
mandíbula. Incluso los que se creían totalmente a salvo eran
observados, controlados y, si era preciso, atacados y devorados. El
intrépido periodista no había sido una excepción. Él pensaba que
había sido discreto, pero nadie podía ir haciendo preguntas a la
puerta de aquel colegio sin que el Caimán buscara respuestas.
-En efecto, es un periodista de investigación. Le conozco bien, es
de la competencia.
El Caimán sonrió satisfecho y congeló la imagen registrada por la
discreta cámara de seguridad que había a la entrada del centro. Su
experto de turno no le había fallado. Era uno de tantos en su
extensa red. La red de expertos del Caimán era, en el fondo, un club
de antiguos alumnos. Con la excusa, de “no perder contacto con
nuestros amados muchachos”, el Caimán gestionaba un completo
fichero de profesionales de todos los campos que habían estudiado en
aquel colegio y a los que sabía que podía recurrir en caso de
necesidad. Acelerar listas de espera médicas, conseguir billetes de
avión a última hora, o, como en este caso, la identificación de un
presunto periodista. La red del Caimán era de los más efectiva. ¿Y
qué sacaban ellos a cambio? Bueno, llevarse bien con el Caimán.
Siempre convenía -y mucho- llevarse bien con gente como el Caimán.
-Gracias, Díaz. Me sería muy útil si pudieras fisgar un poco y
enterarte de qué pretende ese tío.
-Descuide, padre. Averiguaré todo lo que pueda, tengo un contacto en
el medio de ese fulano que de debe un par de favores -esta vida es un
continuo dar y cobrar favores.
Díaz siempre tan servicial y tan de fiar, ya desde los días de la
educación primaria.
No obstante, el Caimán se olía de qué iba a aquello. El Caimán no
tenía un pelo de tonto, el Caimán tenía el sexto sentido de los
depredadores, ese que es indispensable para sobrevivir en los
pantanos y en los colegios. El dichoso Pizarro Angulo, no iba a
bastar con echar al profesor aquel. La prensa iba a meter sus sucios
morros en su territorio en busca de carroña y era crucial que no
encontraran nada. Iban a ir en busca del niño mártir marginado,
pero se iban a topar con un chaval normal, feliz y perfectamente
integrado.
Y tenía al hombre idóneo para lograrlo.
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