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miércoles, 20 de abril de 2016

Algo huele a podrido en (el estado de) mi cole (13).

5.Una madre coraje encorajinada (y otras hierbas).
El nuevo calvario del pobre Big Ben había tenido su génesis unos días antes. Una madre desesperada, un abogado ambicioso y un periodista con cierto gusto por la carroña resultan una combinación ciertamente explosiva, mezclada en aquella ocasión por la casualidad (o, mejor dicho, por la fatalidad redundante de la sala de espera de un dentista).
Hay dos tipos de personas según cómo aguardan el duro trance del torno y la novocaína: los que tienen la presencia de ánimo para entregarse a la insustancial cháchara y los que no. Y estos tres eran de los primeros.

-¡Qué revistas más antiguas! -abrió fuego el señor letrado.
-Seguro que las nuevas se las lleva la gente -terció la señora de Pizarro Angulo.
-¿Usted cree? -metió baza el intrépido periodista.
-¡La gente, mejor dicho gentuza, es así: empiezan en el colegio, se les paran los pies y a esto llegamos!

Los sensores del intrépido periodista empezaron a pitar. Ese tono de voz sonaba a historia.

-¡Lo dice como si le pasara mucho, señora!
-¡Me pasa, me pasa! ¡A mi hijo no paran de desaparecerle cosas! ¡Me cuesta un dinero reponerlas y los responsables del colegio no hacen nada!
-¿Es serio? ¡Eso apesta a acoso escolar! -el señor letrado también había olido sangre-. Yo soy abogado y seguro que puedo buscar la manera de que le tomen a usted mucho más en serio en el colegio de su hijo.
-¿Usted cree?
-Y yo soy periodista, señora, y le aseguro que entre los tres vamos a garantizar que a su hijo no le vuele nada más.

La enfermera interrumpió la interesante conversación reclamando la presencia de la señora en la consulta. Pero la pelota ya estaba en movimiento. A veces uno no sabe en qué pensar para intentar relajarse mientras se está con la boca abierta y el corazón un poco encogido de los nervios. Pero en aquella ocasión la señora de Pizarro Angulo tenía la cabeza perfectamente ocupada mientras le empastaban un premolar.

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