5.Una
madre coraje encorajinada (y otras hierbas).
El nuevo calvario del pobre Big Ben había tenido su génesis unos
días antes. Una madre desesperada, un abogado ambicioso y un periodista con
cierto gusto por la carroña resultan una combinación ciertamente
explosiva, mezclada en aquella ocasión por la casualidad (o, mejor
dicho, por la fatalidad redundante de la sala de espera de un
dentista).
Hay dos tipos de personas según cómo aguardan el duro trance del
torno y la novocaína: los que tienen la presencia de ánimo para
entregarse a la insustancial cháchara y los que no. Y estos tres
eran de los primeros.
-¡Qué revistas más antiguas! -abrió fuego el señor letrado.
-Seguro que las nuevas se las lleva la gente -terció la señora de
Pizarro Angulo.
-¿Usted cree? -metió baza el intrépido periodista.
-¡La gente, mejor dicho gentuza, es así: empiezan en el colegio, se
les paran los pies y a esto llegamos!
Los sensores del intrépido periodista empezaron a pitar. Ese tono de
voz sonaba a historia.
-¡Lo dice como si le pasara mucho, señora!
-¡Me pasa, me pasa! ¡A mi hijo no paran de desaparecerle cosas! ¡Me
cuesta un dinero reponerlas y los responsables del colegio no hacen
nada!
-¿Es serio? ¡Eso apesta a acoso escolar! -el señor letrado también
había olido sangre-. Yo soy abogado y seguro que puedo buscar la
manera de que le tomen a usted mucho más en serio en el colegio de
su hijo.
-¿Usted cree?
-Y yo soy periodista, señora, y le aseguro que entre los tres
vamos a garantizar que a su hijo no le vuele nada más.
La enfermera interrumpió la interesante conversación reclamando la
presencia de la señora en la consulta. Pero la pelota ya estaba en
movimiento. A veces uno no sabe en qué pensar para intentar
relajarse mientras se está con la boca abierta y el corazón un poco
encogido de los nervios. Pero en aquella ocasión la señora de
Pizarro Angulo tenía la cabeza perfectamente ocupada mientras le
empastaban un premolar.
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