Buscar en Mundo Jackson

domingo, 17 de abril de 2016

Algo huele a podrido en (el estado de) mi cole (12).

Pese a lo angustioso de las circunstancias, el pobre Big Ben tuvo la presencia de animo de decirle adiós a la dichosa secretaria, pero ella ni se molestó en contestar. ¿Qué pasaba? ¿Qué tendría de especial un simple workbook para que el mismísimo director en persona se preocupara por él? Ignoraba las respuesta y, lo que resultaba mucho peor, tampoco tenía ni idea de a quién se lo podía preguntar. Aunque, sin duda, lo peor de todo era que dudaba muy y mucho que pudiera recuperar el maldito cuaderno de ejercicios. Pero, por supuesto, no le quedaba otra que intentarlo.

-A ver, chicos, el workbook de Álvaro sigue sin aparecer. Sé que alguno de vosotros lo tiene y que es una simple broma, y como tal nos lo tomaremos. Vamos a hacer a una cosa: Álvaro y yo vamos a salir de clase un momento y estoy seguro de que cuando volvamos a entrar, el workbook estará sobre el pupitre de Álvaro. Y ahí se acabará la cuestión, sin preguntas, sin investigaciones, sin castigos.
Eva Colmo, desde su privilegiado sitio en segunda fila de ventana y calefacción, resopló resignada. Ese hombre era incluso más inocente de lo que ella pensaba. Sintió la tentación de levantar la mano, o levantarse ella misma, y decirle al pobre Big Ben: “¡Tío, no pierdas el tiempo y no hagas el ridículo, que así no va a aparecer!”, pero se aguantó. Sintió pena, mucha, muchísima pena. Desde el primer día, había comenzado a experimentar algo especial por aquel profe. No sabía cómo definirlo, aunque seguro que no era amor (para enamorarse sin esperanza alguna de ser correspondida ya estaban los alumnos de Bachillerato). Si hubiera tenido más experiencia de la vida, Eva habría sabido que aquello era un caso típico de la ternura que te despierta un personaje entrañable e inofensivo.
El pequeño experimento se llevó a cabo, resultando el absoluto fracaso que Eva, y cualquiera con dos dedos de frente, había predicho. El Big Ben no sabía si lo peor había sido que no hubiera aparecido el dichoso workbook o las risas que se habían escuchado mientras Álvaro y él esperaban fuera.
-¡Muy bien, vosotros lo habéis querido! ¡Ahora tendrá que ser por las malas!
La patética amenaza fue recibida con más risitas apagadas. ¿Qué malas podía tener un tío tan buenazo? Eva cada vez llevaba peor todo aquello. Decidió que había llegado el momento de actuar. Al final de clase, se hizo la remolona y se quedó la última en clase.
-Profe, no va a aparecer.
-¿Qué?
-El workbook, que no va a aparecer jamás.
-¡Voy a tomar medidas bien serias y vas a ver cómo sí!
Eva no sabía si reír o llorar.
-¿Por qué no lo dejas estar?
-¡Porque esta es mi clase, vosotros sois mis alumnos y es mi deber que podáis trabajar como es debido!
-Hazme caso, mejor déjalo.
-Además, que el director me ha dicho que quiere que aparezca.
No sabía ni cómo ni por qué se le había escapado aquello. Quizás, porque Eva le transmitía más confianza de la que era capaz de manejar en aquel momento de tanta debilidad.
-¿El director te ha amenazado?
-No, hija, el director sólo está pendiente de que todo vaya bien en su cole.
-¿Te van a hacer algo si no aparece? ¿Te van a echar de profe?
-¡Qué tonterías dices, hija! ¿Cómo me van a echar por esto? ¡Anda, al patio, que te tiene que dar el aire!
Lo había dicho tartamudeando, como cuándo se quiere cimentar una aseveración sobre un mar de las propias dudas. Y Eva no era tonta.

No hay comentarios: