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miércoles, 27 de enero de 2016

Un Atraco de Derechas (8).

El aparcamiento donde languidecía el Mercedes del arruinado Faustino tenía tres plantas. Las dos de abajo eran de plazas en propiedad, mientras que la superior era pública (una idea como cualquier otra para hacer frente a los gastos comunes). El administrador administraba más bien poco de lo poquito que aparecía por allí y todo aquello estaba en manos de un tal Jolguiza, que había empezado de guarda enchufado para terminar ascendiendo hasta su actual posición de reyezuelo de los chanchullos.

-¿Qué pasa, Jolguiza?

-¡Hombre, Titín! ¿Cómo te trata la vida?

-Un poco jodido.

-Ya, lo de tu padre.

-¡Joder!, ¿y tú como sabes eso?

-Yo lo sé todo, pedazo de pringado.

-¿Y por qué no me dijiste nada,  so mamón?

-Pues porque el que daba propinas era tu padre para que me callara, no tú para que hablara...

-¡Menudo amigo de mierda estás hecho!

-Cuidado, sabes bien que no me gustan que me mezcles la amistad con el dinero.

Apareció un coche por la derecha. Pese a que en el exterior campeaba un rojo cartel de "completo", había entrado sin mayor dificultad.

-¿Dónde te lo dejo? -dijo el conductor al tiempo que sacaba el brazo, la mano y un billete de tamaño medio.

-Ahí mismo y con las llaves puestas, que ahora se lo aparco yo -respondió Jolguiza mientras capturaba el billete. Era una perfecta maquinaria de caradura que había que engrasar con propinillas.

-Un día te van a pillar, macho -le dijo Titín.

-No creo.

-Bueno, a lo que voy. El chico ese que trabajaba aquí, el que se colocó de seguridad en un banco. ¿Sigues sabiendo de él?

-Puede, ¿por?

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