Carlos Arturo "La Pinturita" Mulardi tenía todo y de todo en esta vida, y
nadie le había regalado nada. Nadie salvo la propia vida, claro está,
que le había dotado de un talento único para el eso del fútbol. Aunque,
más que un regalo, habría que decir que fue un préstamo (como lo es
siempre un don). Y Mulardi lo había devuelto a fuerza de sacrificio,
sudor y fe. Los que le llevaron de un humilde barrio porteño a
convertirse en la mayor estrella del fútbol mundial (junto a "el otro"),
pasando por aquel momento único y definitorio, ese tanto de belleza
superlativa durante su primer año en la liga nacional argentina que el
comentarista había calificado como una "auténtica obra de arte, una
pinturita de Leonardo da Vinci". Había nacido un mito con mote, y sólo
contaba con 16 años.
"Tengo tanto dinero que es ridículo". Esto
mismo había confesado Mulardi en una entrevista. "Me lo compro todo, me
doy todos los caprichos sin preguntar el precio, y parece que la plata
no se acaba, parece que cada vez hay más. De hecho, no decido entre una
cosa u otra, me compro las dos. me da igual que sea un coche deportivo o
una casa. Es totalmente ridículo lo me que paga toda esa gente".
Con
"toda esa gente" se refería a los patrocinadores, y esos no regalan su
dinero. Bien al contrario, pagar una millonada por tener la marca Mulardi de tu lado era una perfecta inversión y
garantía de éxito. Y es que la influencia que ejercía "La Pinturita"
sobre jóvenes y mayores desde su Argentina natal a la mismísima China
era todavía más ridícula que la cantidad de dinero que ganaba. Él mismo
lo admitía: "Yo, que tengo poquísima preparación, que apenas terminé la
escuela elemental, tengo el poder de levantar y hundir empresas, de
decidir sobre las decisiones de millones de personas. ¡Da hasta miedo!"
-¿Un caballo?
El mafioso -como no podía ser de otro modo- representante de "La Pinturita", asintió.
-¿Y para qué quiero yo un caballo?
-Es de carreras y, según parece, muy bueno. Es un obsequio de la dirección del hipódromo.
El Destino, que tanto le había dado a Carlos Mulardi, ahora le regalaba un purasangre.
Carlos
Arturo "La Pinturita" Mulardi tenía todo y de todo en esta vida, pero,
aunque él lo ignoraba, le faltaba un caballo de carreras.
Y ahora ya lo tenía.
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