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miércoles, 2 de septiembre de 2015

Odio Semiesquina a la Locura (15).

Ese Pozana siempre la había parecido un tibio, pero ahora se confirmaba que era un maldito traidor. Claro, "Pozana Díaz-Pitt", inglés. Había entregado en bandeja de plata media España a los moros, la otra media a los rojos y el resto a los separatistas. Por regalar, hasta el nombre de España había vendido barata. ¿Qué era esa estupidez de Castilla? Pero, no, España no iba a desaparecer, al menos mientras él -Casiano Bellota Dura- y los suyos siguieran con vida.

Al primer representante de la nueva autoridad castellana lo habían ahuyentado a tiros y ningún otro emisario -armado o no- había corrido mejor suerte. Aunque fuera un pueblecito de 124 habitantes, aquello seguía siendo España, y no se iban a rendir con vida.

Hacía un par de meses que ya nadie venía a intentar hacerles entrar en razón. Casiano lo tomaba como una victoria aunque, en realidad, es que les habían dejado por imposibles. Una aldeucha no merecía malgastar más tiempo y dinero, máxime cuando eran violentos.

No obstante, Casiano y sus fieles no vivían en paz. Todo lo contrario, al otro lado de la zanja estaba el enemigo, sus adversarios de verdad.

Los del otro lado de la zanja eran sus enemigos históricos, aunque nadie sabía realmente por qué. La cosa venía de tan lejos, que los orígenes verdaderos de la disputa se habían hundido en la arenas movedizas de la leyenda y el relato oral.

Si le pregunta a Casiano, le dirá que son rojos. Y razón no le falta, pero cuesta creer que la ideología sea el origen único de un odio tan perenne y feroz.

A esta gente le encanta odiarse, son dos pueblos tan tercos, paletos y soberbios que no son capaces de bajarse los pantalones unos centímetros y aceptar que el otro tenía su parte de razón, y, después de todo, merece todo nuestro respeto en sus opiniones.

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