-Hablan ustedes muy bien inglés -una palabra amable siempre relaja el
ambiente antes de una reunión (en realidad, había de todo. El que parecía más joven era el mejor).
-Sin jabón, presidente. De hecho, sigo sin saber a qué hemos venido.
En efecto, el mandatario norteamericano se reunía con una comisión de tres representantes de la Unidad Popular.
-Miren, señores, como sin duda saben, sus adversarios de Al-Andalus y Unidad Nacional están dispuestos a estarse tranquilos una temporadita si ustedes no tienen inconveniente.
-¡Pero nuestra misión es llevar la revolución popular a todo el estado! -se indignó Blas, el de la barba.
-Sin duda, sin duda, querido amigo. Pero, ¿no podría usted esperarse? Ya sabe, consolidarla en los terrenos que ya dominan, y luego ya se verá...
-¿Nos garantiza que su país no se inmiscuirá en nuestros asuntos internos? -preguntó Pedro, el más joven.
-Es lo que le vengo a ofrecer.
-Ya veo. Trato hecho, ¿no, compañeros? -cerró Luis, el más delgadito.
-¿Cómo que trato hecho? ¿Nos a vender baratos al capital? -bramó Blas.
-No, por una vez en nuestra maldita vida revolucionaria, vamos a intentar ser prácticos: podemos seguir metidos en una guerra a la que además se iban a añadir los Estados Unidos, o podemos vivir en paz, pan y utopía. ¿Lo captas?
-¡Hombre, visto así...!
-Pues eso, ¡trato hecho, presi!
-Excelente, señores. Ahora, si les apetece, me pueden acompañar al comedor. Les he preparado una buena selección de nuestra decadente gastronomía capitalista.
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