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miércoles, 15 de julio de 2015

La Mesa.

-¿Y en cuánto dices que me la dejas?

-500.

-¡Pero si las hay nuevas por ese precio!

-Mierdas importadas del lejano oriente que se rompen a los dos días. Esta es buena, maciza, para durar... ¡Producto nacional!

El presunto comprador acarició la madera de la mesa de billar, y luego le dio un golpecito, casi una bofetada.

-No sé, no sé...

-Mira, a mí me costó 2000 hace un año. ¡Te la estoy regalando!

-¿Y cómo es que la vendes?

-Bah, porque no la uso casi.

-¿No te gusta el billar?

-Regular.

-¡Joder!, ¿y te gastas 2000 pavos en una mesa?

-Pensé que me aficionaría más si podía jugar en casa.

-Ya.

-Además, que hacía bonito en este pedazo de salón...como que le daba estilo.

-Te hace falta la pasta, ¿eh?

-¿No nota mucho?

-Algo.

-No soy el único. A muchos nos dio por comprarnos la dichosa mesita de billar cuando las cosas rodaban bien, y ahora nos sobran las bolas y nos falta el efectivo.

-Te doy 200.

-No me seas cabrón.

-Tú mismo lo has dicho: hay un montón de mesas de estas a la venta. El mercado está saturado de gente en tu misma situación.

-Vengan esos 200.

-Toma, y te regalo un consejo: la próxima vez, búscate una casa donde no queda una mesa de billar, la gente como tú nunca se la podrá permitir.

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