-¿Y qué hago yo ahora?
El señor juez se encogió de hombros.
-No sé, algo te saldrá.
-¿Y qué le va a salir a un tío como yo?
El señor juez se re-encogió de hombros.
-Hombre, será cuestión de buscar.
-¡Pero si yo lo único que sé hacer es matar personas, y lo van a prohibir!
-Mira, Honorio, si yo pienso como tú y a mí esto también me fastidia como a ti, pero desde arriba han decidido que lo de matar a los presos ya no está bien...
-¿Y cree que a mí me hace gracia lo de darle matarile al personal? ¡Pero es que no me salía otra cosa!
-Tengo a un cuñado que es amigo de un cargo intermedio del matadero municipal, lo mismo te puede colocar allí.
-¿Matando a animales? ¡Bastante mal lo paso con las personas para meterme con los pobre bichos!
-¡Honorio, no compares!
-Si es que los pobres animalitos no han hecho nada malo...
-¡Honorio, hombre, haz un esfuerzo!
-¿Pero qué daño hacia yo matando a los reos?
-¡Vaya pregunta, Honorio!
-Usted me entiende, señoría.
-Mira, vamos a hacer una cosa. Yo voy a hablar con los del matadero, y, si te cogen, yo te firmo una sentencia de muerte para los animales si así te quedas más tranquilo.
-Pero, ¿eso es legal?
-Me parece que no, pero todo sea por un amigo, Honorio.
-¡Pues muchas gracias, señoría!
-Todo por un amigo, Honorio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario