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sábado, 18 de abril de 2015

¡Viva el Novio! (Quizás).

El novio parecía nervioso -como está mandado-, pero era un gesto de nerviosismo raro. Más que la ansiosa ilusión del contrayente tradicional, lo suyo era un pánico resignado.

-No parece usted muy feliz, si me permite la grosería -terció el fotógrafo.

El novio se limitó a encogerse de brazos y replicar:

-Se la permito

-Pero, supongo que usted se casará enamorado.

-No, en realidad yo me caso por educación.

La sorpresa del fotógrafo era todavía mayor. Después de 20 años de profesión, creía haberlo retratado todo, pero era evidente que no era así.

-¿Cómo dice?

-Sí, por educación. ¿Usted ha visto a la novia? Fea, antipática, corta de entendederas y tan entradita en carnes como en años...¡Ni una maldita cualidad de la que Cupido pudiera sacar una flecha! Su familia y la mía son muy amigas de toda la vida, y yo, también fruta soltera pasada de madura, y viendo a la madre de la susodicha tan atribulada por no poder deshacerse de la muchacha, decidí que era mi deber de caballero el echar una mano.

-Pero, ¿y el amor?

-El amor no tiene nada que ver con el matrimonio. Por amor lo que se hace en enamorarse, la propia palabra ya lo dice. ¿Casarse? Uno se casa por el bien administrativo de los hijos, porque a las mamás lo contrario les parecería totalmente inadmisible -y, además, les hace ilusión presumir antes las vecinas- o porque en la empresa no estaría bien visto eso de “vivir amancebado”

-Señor mío, su procaz escepticismo ante el sacramento del matrimonio me parece escandaloso.

-Bueno, amiguete, usted y el cura van a medias con la pasta que les vamos a pagar por un horriblemente cursi álbum fotográfico que espero no tener que ver jamás en mi vida, así que reconozca que ha puesto su granito de arena para hacerme pensar lo que pienso.

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