-No
te echarás atrás en el último momento, ¿verdad?
-¿Tengo
yo cara de irme a rajar?
-¡Tú
lo que tienes es cara de “cagao”!
-Oye,
si empezamos a faltar, ya te puedes ir buscando otro cómplice.
-Perdona,
chico, deben de ser los nervios.
-¡Número
Uno, te he dicho que me llames Número Uno! Tranquilo, que es plan es
perfecto, medido a al milímetro, cronometrado a la décima de
segundo. Si lo seguimos a rajatabla, no habrá ningún problema.
-¿Y
tu cuñado?
-¡Número
Tres, caramba! Totalmente de fiar, y se conoce el plan de memoria. A
las 9:27, llegada del vehículo de transporte, y por ahí llega un
coche. Sin duda, es él.
-No
sabía que tu cuñado...o sea, “Número Tres”, fuera taxista.
-¡Vamos,
no me jodas!
-Deduzco
que no.
-Disculpa
un momento.
Número
Uno se acercó con paso firme, acelerado y bastante nervioso al taxi,
que se acercaba aminorando su velocidad.
-Buenas
noches -dijo el cerebro asomando la cabeza por la ventana del
copiloto.
-Buenas
noches, mire, jefe, estos son los señores que tenemos que recoger
-replicó Número Tres, dirigiéndose al taxista.
-¿Puedes
bajar un momento? -ordenó el Cerebro a Número Tres-. Es que te
quiero comentar un detalle.
-Bueno,
pero date prisa, que el taxímetro corre que se las pela.
La
pareja se alejó una distancia prudencial del vehículo. Entonces
Númeo Uno empezó a gritar susurrando.
-¿Pero
tú eres imbécil o qué? ¿Cómo pretendes que vayamos a cargarnos a
un fulano en taxi?
-¿No
será mejor esto que en mi coche? ¡Hay miles de taxis en la ciudad,
así es más fácil pasar desapercibido!
-¿Y
no crees que el taxista se olerá algo cuando oiga la noticia del
crimen?
-Eso
ya está previsto. Le vamos a decir que nos deje a un kilómetro de
la casa del fulano, en la zona de los cines. Así seguro que no
sospecha.
-Ya,
¿y la vuelta?
-Pues
lo mismo, caminamos una distancia prudencial, y cogemos otro taxi.
-¡Joder,
macho...Número Tres, para eso podíamos haber ido en autobús!
Además, que ya me has descolocado toda la planificación. ¡Y es
fundamental! ¡Que sea la última vez que tomas decisiones por tu
cuenta, que el cerebro del crimen soy yo!
-¡No
seas quejica! ¿Dónde se ha visto tú que se vaya a matar a un tío
en transporte público?
-En
fin, vamos a buscar a Número Dos.
Número
Uno, un tanto abatido por la vergüenza, puso rumbo hacia su
cómplice.
-Oye,
mira, que he decidido que vamos en taxi.
-¿Me
tomas el pelo?
-En
absoluto. Así será todo mucho más discreto.
-¡Para
eso nos podíamos haber ido en autobús!
-¡A
ver, ¿quién es el cerebro de la operación?!
-Un
descerebrado...
-¡Número
Dos, no me toques las pelotas!
-Bueno,
bueno, tú sabrás. Pero yo no pienso pagar el taxi. Que lo haga tú
cuñado, que para eso es el responsable de transporte.
-¡Que
le llames “Numero Tres”, leñe!
-¡Yo
le llamaré como se salga del culo!
El
claxón del taxi marcó el final del asalto de boxeo verbal.
-¡Señores,
a mí me da igual, pero que esto corre! -sentenció el chófer del
vehículo.
-¡Ahora
mismo vamos!
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