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miércoles, 1 de abril de 2015

Doctor en Braguetazos.

El más alto se volvió a aflojar el nudo, aunque no estaba del todo claro que fuera la corbata lo que realmente le incomodaba.

-¡La suerte que tienen algunos cabrones! -repitió por enésima en las últimas cuatro horas.

El más bajito, en cambio, seguía hecho un pincel, impecable en el vestir, según su costumbre.

-¡Vamos, joder, déjalo ya! Hace veinte años que sabíamos que este momento llegaría, ¡parece mentira que no estés preparado!

-Sí, sí, sospechábamos que lo haría pero, ¡no a este nivel!

-Lilín siempre apuntó alto.

Lilín era el nombre cariñoso con se conocía a Braulio, la altura intermedia de aquellos tres intimos amigos del colegio. El final de la escuela había separado sus caminos: el más alto se fue a la universidad, el más bajito se fue al ejército y Lilín se fue de juerga, pese a que sus amigos le habían insistido sobre lo importante que es en esta vida trabajar duro para hacerse un hombre de provecho y progresar. Lilín se había limitado a sonreír y decirles que se relajaran.

Y ahora, quince años después, el más alto estaba en lo más bajo de la pirámide laboral de un colegio, el bajito estaba pendiente de que no lo destinaran otra vez a África y Lilín acababa de contraer matrimonio con una niña razonablemente bella, bastante simpática y de familia inmensamente rica.

Lilín había invitado a sus viejos camaradas escolares a la boda. para que compartieran su felicidad (o sea, para restregarles por la cara que él acababa de asegurarse la placentera vida del vago mantenido, mientras que ellos serían siempre unos muertos de hambre obligados a trabajar para comer).

-¡Mira, por ahí viene ese mamón braguetacero!

-¡Que te va a oír!

-¡Pues que me oiga!

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