La chapuza se había coronado. Había llegado la hora de la despedida para Marcelino "el fontanero" y Lolo (hasta la próxima tragedia de cañerías, se entiende).
-Bueno, pues esto ya está, señora.
-Esta tarde me paso por la tienda y le pago.
-No hay prisa, señora. Cuando usted buenamente pueda. Hasta luego.
Lola, testigo hasta entonces mudo de la escena, intervino.
-Oiga, ¿y mi voltereta?
-¡Ha, eso! Anda agáchate como si fueras a coger una herramienta.
Lo que Lolo hizo.
-Y ahora, haz fuerza como apretando una cañería.
Dicho y hecho,
Entonces, sin aviso ni ceremonia, Marcelino le dio un firme empujón en todo el culo a Marcelino. Y, aunque acaso haya quien hubiera tenido sus reservas a la hora de darle ese calificativo, Lolo hizo una voltereta.
-¡Hala, ya está! ¿Ves cómo no era tan difícil?
Lola, aturdido -no sabía si de la emoción de la victoria o del mareo del giro-, sólo acertó a poner una sonrisa bobalicona.
-¡Chupado!
-Pues que esto te sirva de enseñanza, Lola: no sé nada de Educación, pero sí sé que si uno aprende a doblar el espinazo, hacer un poco de fuerza y estar dispuesto a aceptar un buen empujón en el culo, casi todo es posible en esta vida.
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