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martes, 17 de marzo de 2015

Lolo (y 5).

La chapuza se había coronado. Había llegado la hora de la despedida para Marcelino "el fontanero" y Lolo (hasta la próxima tragedia de cañerías, se entiende).

-Bueno, pues esto ya está, señora.

-Esta tarde me paso por la tienda y le pago.

-No hay prisa, señora. Cuando usted buenamente pueda. Hasta luego.

Lola, testigo hasta entonces mudo de la escena, intervino.

-Oiga, ¿y mi voltereta?

-¡Ha, eso! Anda agáchate como si fueras a coger una herramienta.

Lo que Lolo hizo.

-Y ahora, haz fuerza como apretando una cañería.

Dicho y hecho,

Entonces, sin aviso ni ceremonia, Marcelino le dio un firme empujón en todo el culo a Marcelino. Y, aunque acaso haya quien hubiera tenido sus reservas a la hora de darle ese calificativo, Lolo hizo una voltereta.

-¡Hala, ya está! ¿Ves cómo no era tan difícil?

Lola, aturdido -no sabía si de la emoción de la victoria o del mareo del giro-, sólo acertó a poner una sonrisa bobalicona.

-¡Chupado!

-Pues que esto te sirva de enseñanza, Lola: no sé nada de Educación, pero sí sé que si uno aprende a doblar el espinazo, hacer un poco de fuerza y estar dispuesto a aceptar un buen empujón en el culo, casi todo es posible en esta vida.

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