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miércoles, 25 de marzo de 2015

El Misterioso Asesinato de Don Perfecto.

Tenía muchos enemigos. Había dónde elegir.

 El cuerpo inerte del famoso periodista radiofónico Lisardo Pueblafría Opor yacía inerte (decúbito prono, para los amantes de los detalles técnicos) sobre el parqué de su despacho.

-¿Cuánto tipo llevará muerto?

-Lo encontró la empleada de limpieza hace como una hora, pero me huelo que llevaba toda la noche tieso.

-¿Y nadie lo echó de menos?

-A este tipo de gente le echa de más hasta su familia.

-¡Pues bien que hablaba él en la radio de lo bien que se llevaba con su mujer y sus hijos!

El otro inspector de policía se limitó a sonreír.

-¡Para mí que han sido los separatistas! ¡El odio que se tenían!

-Desde hacía 40 años. ¿Por qué matarle ahora si no lo habían hecho en todo este tiempo?

-Entonces, las izquierdistas. ¡Hay que ver cómo les ponía!

-Lo mismo te digo. Cuatro décadas de insultos, ¿por qué matarle ahora?

-¿Los derechistas, pues? Bueno, los que dicen ser derechistas, que en su programa bien clarito dejaba este que los consideraba unos tibios, unos inútiles, unos mierdas y unos traidores...

-Puede ser, pero no me acaba de cuadrar.

-¿Entonces?

-Mira, inspector, aquí el finado se pasaba a diario -en sesión matinal de cuatro horas- poniendo a caldo a toda la humanidad conocida. Sólo se libraba él mismo. Mi teoría es que ya ni eso, ayer mismo se puso a auto-insultarse, se lió a guantazos consigo mismo y, ya ve, perdió -o gano, según se mire- la pelea.

Tenía muchos enemigos. Pero ninguno como sí mismo.

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