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miércoles, 14 de enero de 2015

El Festín de las Hienas (4).

"No le des tu teléfono a nadie, pues lo más seguro es que te acaben llamando".

Uno de los chascarrillos típicos de Jaime Sarrasqueta Vega ¿Qué pintaba un ganador como él en todo aquello? ¡Si él ya tenía más dinero del que podría gastar en dos o tres vidas! Pues precisamente porque esa era la razón de que estuviera podrido de pasta, porque no tenía ni dudas ni escrúpulos a la hora de meterse en lodazales como aquel.

¿El asunto del testamento? No le preocupaba lo más mínimo. Seguramente era el que menos visitaba a la tita Sabino -que ya era poco visitar- pero lo había hecho en el momento preciso (y sin regalar un minuto de más de su tan valioso tiempo) y con su arrolladora simpatía por delante. Ese era el secreto de su éxito: oportunidad oportunista, optimización del tiempo y admirable gestión de las situaciones.

"¡Pero cuánto te quiero, Sabinita jodía!"

Lo dicho, magistral.

Estaba seguro de que en alguna parte, de algún modo, la tita Sabina habría repartido el pastel y no le cabía la menor duda de que el premio gordo en forma de finca extremeña le caería total o integramente. No es que la quisiera (de hecho, le iba a faltar tiempo para venderla), aquello iba de ser el más chulo de la familia (hombre, y también de sacarse un dinerillo, ¿para qué mentir?)

-¿Sabemos algo?

-De momento, no.

-No te duermas en los laureles.

-Eso jamás, señor Sarrasqueta.

Jaime Sarrasqueta Vega, por mucha infinita fe que tuviera en sí mismo y sus posibilidades, ya tenía a su equipo funcionando. Por las buenas -o por las malas- la finca sería suya. Y, de ser preciso, pasaría por lo tribunales, aunque confiaba en no tener que llegar a esos extremos.

Lo dicho, un ganador.

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