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miércoles, 17 de diciembre de 2014

El Comienzo de Absolutamente Casi Todo (3).

Ut no tenía prisa, ni la más mínima. Intuía que un paso en falso podía ser fatal, así que no corrió el más mínimo riesgo. Alba a ocaso, ocaso a alba marcaba  el nivel exacto del agua de la gotera. Como no siempre había llovido, trepaba él mismo a la parte superior de su cavernita para dejar una vejiga agujereada de animal llena de agua que garantizara el rítmico goteo.

Así como Ut descubrió que la Gran Bola de los Cielos no era un tirano caprichoso, sino, muy al contrario, un ser previsible, cíclico y aburrido, cuyas entradas y salidas se regían por patrones fijos. Incluso le dio por pensar a Ut que -quizás- hasta fuera un ser inerte movido por alguna fuerza externa ajena a su voluntad, que se movía por la misma razón que el viento mecía las hojas de los árboles.

Había llegado el momento de hacer su jugada, de apostar el todo por el todo.

Estaba perfectamente calculado, la Gran Bola de los Cielos estaba a punto de hacer su aparición. Ut abandonó su cavernita y se plantó arrodillado en mitad del poblado a gritar. Se limitaba a gruñir sonidos inventados, eso era lo de menos. Lo importante era que todos se despertaran y se percataran de su presencia. No tardó en lograrlo.

Pog, enfurecido por tan caprichoso y brusco despertar, se dirigía hacía Ut proclamando a berridos su intención de acabar con su vida. Pero entonces, justo entonces, la Gran Bola de los Cielos comenzó a aparecer en el horizonte.

Ut aguantó el tipo, pese a que se moría de miedo. Pog se quedó petrificado.

Continuando con la comedia, Ut se puso en pie y comenzó a realizar exagerados aspavientos, como ordenando al sol que continuara abandonando su guarida.

Pog. y por extensión aterrorizada toda la comunidad, se habían quedado petrificados, boquiabiertos.

¿Era posible que alguien pudiera mandar sobre la Gran Bola del Cielo?

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