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domingo, 21 de septiembre de 2014

General Ambición (2).

El general Reguía arrojó el periódico con enfado sobre la mesa de cristal del jardincito de su chalé de general retirado.

-¡Ese viejo es un zorro!

El comandante reservista Omar, su mano derecha, sonrió.

-No se llega al sillón presidencial siendo un estúpido.

Omar ya había sido un fiel y eficaz secretario del general Reguía cuando estaba en activo. El día que Reguía había decidido dejar el ejército, no había hecho falta demasiado poder de convicción para llevarse a Omar con él: había mucho más que ganar en la Política que en los cuarteles.

-¿Qué sugieres que haga?

-Andar con pies de plomo, lo último que queremos hacer es enfadar a tus paisanos.

En efecto, el viejo presidente -interrogado sobre el popularidad de Reguía- había manifestado, textualmente:

"Sin duda estamos ante uno de las mentes más privilegiadas del país, uno de los corazones más valientes y una capacidad de liderazgo digna de envidia...Las elecciones municipales se van a celebrar en unos meses y estoy seguro que la ciudad donde nació -y con la que mantiene una relación mutua de orgullo y amor- se beneficiaría enormemente de tener a un hombre que Reguía al frente de su ayuntamiento. Todos sabemos los momentos tan difíciles por los que atraviesa, fruto de una desafortunada serie de malos alcaldes, y haría falta un líder de la categoría de Reguía para levantar esa cuenca minera y esa industria del metal".

-Sí, no puedo negarme rotundamente y de entrada a ser alcalde de mi pobre ciudad y luego aspirar a otros cargos políticos.

A primera vista, ser alcalde de una ciudad y hacerla renacer podría parecer un excelente trampolín para cualquier carrera política, pero Reguía sabía de sobre que ahí residía la trampa que el viejo presidente le estaba tendiendo: harían falta al menos cuatro años para que hubiera cambios sensibles en aquella economía tan brutalmente machacada, y él no disponía de tanto tiempo. Su objetivo irrenunciable eran las elecciones presidenciales que se iban a celebrar en un par de años.

-Póngase a pensar, Omar.

-¡A sus órdenes, mi general!

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