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jueves, 28 de agosto de 2014

El Agua de la Bondad (3).

La tentación había sido demasiado fuerte y, al fin y al cabo, era lo que todo el mundo en la base esperaba de él. De hecho, el capitán estaba encantado de compartir cabina con él. Era todo un honor. Así pues, en su vuelo de prueba después de la reparación del motor, el avión anti-incendios estaba siendo co-pilotado por el coronel en persona.

-El sistema de seguimiento del terreno funciona a las mil maravillas.

-Sí, ahora el avión se vuela casi solo, señor.

El coronel sonrió: mentira podrida, las misiones a bajo altura sobre bosques en llamas eran de todo menos sencillas. Lo único que lograba el nuevo sistema es que fueran algo menos arriesgadas.


-Carguemos agua del río, se la soltamos otra vez y damos la prueba por correcta.

-OK. señor.

La maniobra la efectuó el capitán. Era demasiado delicada para un piloto como el coronel, que llevaba años sin sentarse a los mandos de ese aparato.

-Excelente. Gire y devolvámosle al río el agua que le hemos robado.

-¿Ha visto eso, señor?

El coronel siguió con la mirada el dedo de su subordinado. A lo lejos, más allá de la frontera con el país enemigo, se veía una estela de humo que descendía rápidamente.

-Parece un avión comercial en problemas graves -dijo el coronel al tiempo que manipulaba la radio del avión para sintonizar el canal de emergencia.

Así fue como ambos fueron testigos impotentes y mudos de la tragedia que se desarrollaba al otro de la frontera: el avión de pasajeros con un motor en llamas, su intento agónico por ganar a la deseperada la pista del aeropuerto más cercano, y su fatal y catastrófico impacto contra un barrio residencial a las afuera de Juger, la ciudad que había crecido empujada por la muy potente industria petrolífera de la zona. La inmensa y negrísima columna de humo era perfectamente visible desde la posición privilegiada de coronel y capitán.

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