-¡Menudo castigo que se ha buscado usted, jefe! ¡Le ha debido de tocar las narices a algún pez muy gordo!
-¿Por qué dice usted eso, agente Benson?
-¡Hombre, que te manden tan lejos de casa a dirigir este agujero lleno de ratas dos y cuatro patas no es plato de gusto!
-Al contrario, me parece que trabajar aquí -en una cárcel alejada de la metrópoli- me ofrece todo un mundo de oportunidades de realización profesional ayudando a los internos.
-Ya...Usted no lleva mucho en el Departamento de Prisiones, ¿verdad?
-No, es mi primer destino.
-Entiendo.
El nuevo ministro, y su dichosa política de primar la formación teórica sobre la experiencia práctica. Sin duda, aquel muchacho tenía una currículum envidiable, pero no había olido a un preso peligroso en su vida.
-En fin, manos a la obra. Lo primero es darme a conocer al personal de la cárcel. He redactado una carta de presentación.
-Será mejor que los reúna a todos en el patio y se la lea en voz alta.
-Sí, así se irán familiarizando con mi cara.
El agente Benson suspiró para sus adentros: en una prisión como esa, cuanto menos conozcan los reclusos tu rostro, mejor.
-No, le digo lo de leerla usted, porque muchos internos no saben leer.
-¿Cómo que no saben leer?
-¡Pues que nadie les habrá enseñado de pequeños!
-Ya...Pues es una contrariedad, ¡porque yo pensaba montar un taller literario!
Sí, y también hacer el "amigo invisible" en Navidad. En fin, amiguete, bienvenido al sistema penitenciario de las colonias de ultramar.
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